Ignotos para los simpatizantes de otros países, los equipos "chicos" de la Sudamericana intentan aprovechar la oportunidad única para ampliar los ingresos y de paso darse a conocer a nivel internacional.
Por su sistema de clasificación, el torneo regional permite participar a equipos que no necesariamente realizan campañas extraordinarias en sus ligas. En esa mezcla entre "chicos" y "grandes" aparecen los extremos de clubes como el Sao Paulo, considerado el tercer equipo de mayor valor del fútbol en América, según la revista Forbes, con un estimado de 260 millones de dólares, y el Universitario de Sucre (Bolivia), cuyo presupuesto mensual es de apenas 80.000 dólares. Son los 35.000 estudiantes de ese centro universitario, además de algunos sponsors, los que solventan gran parte de la previsión de gastos del club boliviano con un aporte anual de 57 centavos de dólar. Ello debe alcanzar para pagarles a los jugadores Mauricio Saucedo o al español Rubén de la Cuesta salarios de unos 6.000 dólares mensuales, los más altos de la plantilla del club boliviano, que representa unas 60 veces menos que los 330 mil dólares al mes que, según la prensa, percibe el argentino Darío Conca en el popular Fluminense brasileño.
Más bajos incluso que los sueldos de sus colegas de Universitario son los haberes de entre mil y 5.000 dólares de los futbolistas de las Aguilas Doradas de Pereira, una institución que en su afán de subsistencia cambió cinco veces de nombre en menos de 15 años. El equipo nació en 1991 como Deportivo Industrial Itagüí y tres años después pasó a llamarse Deportivo Antioquia.
Las imágenes de la televisión durante la Sudamericana muestran estadios rudimentarios con tribunas pequeñas, iluminaciones tenues y hasta franjas despobladas que permiten llevar la vista más allá del horizonte. A estrellas internacionales con ingresos astronómicos como el brasileño Kaká (Sao Paulo), el argentino Fernando Gago (Boca, noveno club de mayor valor de América) o el colombiano Teófilo Gutiérrez (River) no les queda otro remedio que adaptarse a jugar en escenarios pequeños.